Hay dos cosas en la vida con las que jamás se debería jugar: la magia y la ciencia.
Precisamente esto fue lo que le sucedió a Adolf Trakis. La ciencia no es algo que se pueda tomar a la ligera y eso bien lo sabe mi chiflado amigo.
Alas de mosquito disecadas, plutonio en cápsulas, diente de cocodrilo infectado y un poco de sopa de la abuela radioactiva bastaron para hacer de un duende un fenómeno de feria.
La verdad es que me he divertido bastante mientras hacía a Adolf, aunque algunas partes me han costado su trabajo. Eso sí, me ha merecido la pena y he de decir que al natural gana jajaja. Ahora que ya está terminado (aunque siempre lo estoy mejorando) voy a terminar algunos seres que tengo por acabar porque la verdad es que ya tengo ganas de volver a poner las manos en la masa. :D
Un saludo a todos aquellos que me leen y espero que la semana os vaya de la mejor manera posible.
PD: Necesito hacerme un recordatorio para no volver a crear un monstruito de cuatro brazos y que además lleve ropa. -_-''